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sábado, 9 de agosto de 2014

Lo que oculta un espejo.

Mucho se dice desde siglos atrás de los espejos y su extraña característica, la de reflejar las cosas, la de crear portales infinitos si los pones uno frente al otro, la de atrapar el espíritu del cuerpo si alguien muere y se encuentra cerca un espejo, y a pesar de todo esto también la mala vibra que te trae romper uno de ellos como los 7 años de mala suerte.
                Es también poco conocido el mito que al otro lado del espejo se encuentra un mundo parecido al nuestro a modo invertido, donde en su mayoría esta habitado por espíritus malignos que bien pudieron haber pasado de nuestro mundo a ese o tal vez ser originarios de ahí, pero en el caso de ellos, que no pueden cambiar la posición de los espejos y esperan que nosotros lo hagamos para así anteponer uno frente al otro, unir tres espejos entre otras cosas y crear un portal de acceso por que al parecer allá son prisioneros o se sienten infelices y nos envidian.
Uno de los casos que cuenta como leyenda urbana sucedió en el barrio de un tal Vicente López donde había una casa muy bonita pero que estaba abandonada hace mucho, la gente que vive por ahí y que sabe su historia procura no pasar frente a esta, veamos por qué…
Un día de verano 2 chicos jugaban (uno de 13 y otro de 14 años) en la pileta de esta casa a la cual uno de ellos se había mudado, pasado un momento el chico que vivía recién ahí le dice al amigo que vaya por un refresco a la cocina. Este cuando se dirigía ahí se dio cuenta que todos los espejos de la casa temblaban y hacían un sonido extraño.
El chico salió de la casa hacia el patio donde se encontraba su amigo y le conto lo sucedido, ambos se fueron asustados y esperaron hasta que llegaran los padres del que vivía ahí. Ya en la noche cuando llegaron los padres los niños se habían olvidado del suceso y entraron todos juntos a la casa.
La época era verano y hacia un calor fuerte en todo el vecindario, en media noche el amigo que vivía en la casa le dice al otro que vaya a la cocina y que traiga algo frio para beber por que el calor era muy fuerte. El amigo invitado fue caminando por el pasillo y bajo las escaleras, pero cuando faltaba 3 escalones sintió que alguien lo empujaba haciéndole caer al descanso. Al levantar la vista vio a un hombre que lo observaba desde el espejo que vestía ropas antiguas y sucias, en un momento este estiro la mano que salió por el espejo como una ventana e intento agarrarlo, pero antes que pudiera alcanzarlo el chico escapo y llamo a su amigo.
Los dos amigos fueron a ver al padre de la casa y le contaron lo que vio el invitado a lo que el dueño dice que si le creía por que el también había visto al hombre que observaba desde el espejo y que también conocía su historia. Al parecer cuando compro la casa el anterior propietario le conto que mucho antes ahí vivían dos hermanos que se querían mucho pero por problemas económicos y demás poco a poco se fueron separando afectivamente pero aun así vivían en la misma residencia.
En una noche en que sus disputan dieron rienda suelta a los golpes, uno de ellos accidentalmente arrojo al otro hermano por las escaleras acabando con su vida. Para esto el gran espejo que se encuentra en la escalera al parecer había atrapado el espíritu del hermano que falleció y lo guardo para siempre en la casa, y cegado por los sentimientos siempre confunde a las nuevas personas que han vivido ahí con su hermano y siempre intenta arrojarlos como él fue arrojado cuando deambulan en la noche, pero como el espejo se encuentra en una posición baja en los últimos 3 escalones no hay peligro. El niño que recién se había mudado ahí y su amigo se sorprendieron del relato escuchando como su padre el dueño de la casa decía que en la noche le costaba al principio dormir por los ruidos pero que ya se había acostumbrado, así pasaron los años hasta que se mudaron con el tiempo y nunca mas nadie habito esa casa fantasmal, bueno este es el relato de los vecinos de la casa abandonada de Vicente López, la que conocen como la casa del espejo.

¿Miedo?

… El miedo nunca me ha dado miedo, de hecho, me ha dado mucho placer, placer más allá que cualquier cosa. Mucho más que el placer del clímax sexual o de satisfacer aquellas necesidades básicas de los humanos.
El miedo me inspira a seguir adelante a luchar para conseguir todo lo que quiero. Es el combustible de mi vida. Aquello por lo que existo.
El miedo es mi forma de ser, mi forma de vestir. Es placentero ver a los demás apartarse de mí, miedosos por mi aspecto. La sensación de estar ante los demás y que me perciban y no puedan mantenerse cerca de mí sin temblar de miedo, esa sensación es pura satisfacción. No la cambiaría por nada.
Y ahora que he traspasado la frontera del espacio personal, de la libertad de los demás, me temen aún más. No saben cuándo ni cómo llegaré ante ellos. Su única solución es encerrarse a piedra y lodo y llorar de miedo. Y eso me alimenta, exacerba mis sentidos y quiero más. Nunca es suficiente.
Verlos a los ojos directamente sólo un instante y ver su alma aterrada, queriendo escapar de mí. Mi alma depreda a su espíritu, lo devora y eso los sacude desde adentro.
No ha habido persona alguna que dado el momento no me tema, a lo más que han llegado es a maldecirme y a desafiarme. Su instinto les empuja a pelear por la supervivencia, aunque saben que su batalla está perdida ante mí. Su impotencia es mi alegría. Su miedo, mi placer.
Trato de prolongar su miedo el mayor tiempo posible, aunque sé que todo debe terminar. Terminará lentamente, y así se lo hago saber a cada uno. Esto aumenta más su miedo, aumenta más mi placer.
El clímax llega cuando se dan cuenta de que no sólo ellos estarán en contacto conmigo, cuando se dan cuenta de que tengo acceso a todos sus seres queridos. Se rompen sus almas en mil pedazos, y yo gozo.
Ni siquiera las autoridades tienen el valor de atraparme, y francamente no saben cómo hacerlo. Me temen y yo me río en sus caras. Eventualmente serán sometidos a su miedo y yo lo disfrutaré personalmente.
Comencé con cosas pequeñas, robando, torturando y sacrificando mascotas en presencia de sus dueños, aún a mi corta edad era un placer ver sus rostros desencajados, suplicando piedad y destilando miedo por sus poros.
Luego comencé con los castigos hacia los demás, abusando de mi fuerza física natural, haciendo a todos temerme. Incluso a algunos adultos. Más tarde comencé a secuestrar, y a torturar. Me he perfeccionado tanto… ahora soy más sutil, todo sea por lograr estar siempre en este placer.
Nadie está a salvo de mí, pues me conocen pero no me reconocen, soy un pilar en esta comunidad cuando quiero serlo, cuando me pongo este ridículo disfraz de cura y todos me sonríen y me saludan. Soy enérgico en mis sermones y hago que me respeten. Pero el respeto es una partícula insignificante. Es como comparar a una alimaña viciosa y perjudicial con el plumaje excelso de la más hermosa ave que es el miedo. Cuando están en mi poder indefensos y me muestro ante ellos se aterran, se horrorizan y es doblemente satisfactorio. Simplemente les cuesta aceptar que yo pueda ser su verdugo, el que se presentó como intermediario de la salvación de sus almas el que conoce todos sus oscuros secretos de confesión, el confiable.
Puedo pasar días sólo amedrentándolos, sólo diciéndoles como terminarán sus cuerpos al terminar yo con ellos. Es fabulosa esa sensación. Ver cómo se va pudriendo la esperanza en ellos. No pueden evitar pensar que algo los salvará. A veces juego con ellos de que me arrepiento. Esas miradas luego de que los desengaño no las cambiaría por nada.
Sí, toda una congregación para mi placer, para mi disfrute, acabaré con esta fuente, es claro, pero habrá otras congregaciones en el mundo.
Incluso… podría ser la tuya.

Esta historia es la creación propia de alguien llamado Yrvoz en la páginas creepypastas.com
Muchas gracias por visitarnos.
Hace aproximadamente  nueve años, cuando yo tenía unos quince..., una de mis amigas y yo salimos de paseo, como lo hacíamos habitualmente, regresábamos ya de noche, como a las 11:30pm
Teníamos que pasar por las ruinas de una calera, pero estábamos demasiado cansadas como para proseguir, es por eso que decidimos sentarnos en un tronco hueco que había en el suelo; el tronco daba hacia una casa que estaba sobre una montaña de tierra muy baja, lo curioso es que la casa estaba más atrás, dejando ver primero un llamativo patio delantero, decorado con pequeñas rocas que formaban un camino. Además, unos gnomos de jardín, haciendo su trabajo; cuidar la casa. Sacamos un cigarrillo, era el último para ambas, las pequeñas cajas se habían quedado vacías.

-Nunca me gustaron esos duendes. -Dije-
-¿Qué cosa? ¡Ah, eso son gnomos! ¿Sabés?  A mi me criaron diciendo que si alguna vez  uno de ellos te silba, debes darle un cigarrillo, o serán capás de de hacer CUALQUIER COSA -Dijo, destacando la palabra- 
-PFF~!! ¿¡Y te pensás que YO me voy a creer eso...- 

Justo en ese momento, cuando terminé de decir mi frase..., se oyó un leve silbido. Pero, era casi media noche, las calles estaban vacías, y no había siquiera un maldito auto, ¿cómo podría haberse tratado de una broma?

Diría que fue tan sólo una casualidad, que tal vez, un extraño nos oyó hablar y quiso jugarnos una mala. Que tal vez, fue pura casualidad que, ése, fuese nuestro último cigarrillo..., sí, normalmente yo diría eso, pero las casualidades no existen.
''Y es por eso que no me gustan los gnomos''

Bien, esta es una experencia propia de mi hermana mayor, yo sólo quise darle un poco más de vida, pero tenga usted por seguro, que esta historia no ha sido alterada para ''sonar'' más guay. 
Muchas gracias por visitarnos.
Atte: Qsaen.